Al finalizar la obra que está haciendo en el Complejo La Plaza, sopló la velita de la torta que le alcanzo su sobrino, Gustavo Suárez Amigorena, también actor, quien hace un año y medio llegó a Buenos Aires desde Mendoza siguiendo los pasos de su famoso tío. El muchacho debuto en la profesión hace dos semanas, en “Fuera de quicio”, en el Centro Cultural Borges.
Carla Peterson, fue a saludar a MIke antes de empezar la función y también estaban sus fans, que le alcanzaron regalitos
Después, el actor se fue a cenar con amigos al restaurant de la calle Montevideo, a la vuelta del teatro.
lunes, 31 de mayo de 2010
A los 38, de tal Mike, tal sobrino
domingo, 30 de mayo de 2010
Nueva columna para diario Los Andes: Es así, efímero (aceptación y desapego)
sábado, 29 de mayo de 2010
Hay un placer argentino equiparable con una tira de asado jugosa, una cucharada colmada de dulce de leche o un mate bien espumoso: la queja.
Nos encanta quejarnos de lo que sufrimos, de nuestros problemas, a pesar de que la queja sólo riega lo que padecés. Pero no importa, gritamos nuestro martirio a los cuatro vientos y practicamos como nadie el “yopeorismo”.
El “yopeorismo” consiste en que, cuando una persona “x” cuenta un problema –se queja de un problema-, la persona “y”, o sea, su interlocutor, contesta: “Yo peor”, y se despacha contando en carne viva su propio padecimiento.
Esta “escalada de sufrimiento” puede ser redoblada por una persona “z”, en caso de que estuviere presente. Cuando uno nota esto en uno, es bastante molesto, pero hay algo que a mí me ayudó mucho: “la aceptación”.
Sí, a riesgo de parecer un escritor de autoayuda, voy a reivindicar el concepto de “aceptación”. Ojo que cuando hablo de “aceptación” no hablo de “resignación”. No es que todo lo que te toca es perfecto, El Señor o destino lo decidió así y yo debo aceptarlo. No. La Aceptación es simplemente asumir lo que te tocó, y en caso de que no nos guste, accionar para cambiarlo.
Esperar, es sólo un puente hacia otro estado. Porque si uno se queda agarrándose la cabeza y preguntándose: “¿Cómo me pasó esto a mí?”, se queda encerrado en su problema, regando lo que padece.
La aceptación también es buena en caso de que lo que te esté pasando sea positivo. Hay que aceptar que en algún momento se va a ir, no va a estar más, es efímero,transformador. Eso es importante para la segunda cuestión de la que quiero hablar: “el desapego”.
Hay que aprender a soltar esas cosas que alguna vez nos hicieron feliz, pero ya se terminaron para convertirse en otra cosa. Si no hay desapego uno queda patéticamente agarrado a eso. Es como el ex novio que vuelve después de 5 años diciendo: “Me di cuenta que sos lo más importante que me pasó”. Y ahí la mina, con todo derecho le puede decir: “Sos un embole flaco… ¡¿Nada te pasó en cinco años?!... Ya está, ya pasó… es el pasado… largalo” (nunca funciona ir a buscar a una ex, siempre el encuentro es triste, entre dos personas que ya no son las mismas, como tener un recuerdo ajeno).
Por eso es sustancial el desapego, para no quedarse encerrado en lo que ya pasó. De lo contrario, yo debería ir por la calle haciéndome llamar “Martín Pells”… y no me digan que eso no sería un imagen un tanto turbadora y patetica.
Especular con el “Llegué” y creer q ahora todo lo q haga sera exitoso, como el capocómico que cuenta chistes viejos y se queja por televisión de que los productores, no lo llaman, habiendo tenido tantos éxitos.
“Desapego”: esos éxitos ya pasaron, dejalos ir.
“Aceptación”: la situación es que no me llaman, es esa, qué hago a partir de esto.
Y hay gente que a partir de este mecanismo de pensamiento logra reinventarse, y no quedarse como un chancho revolcándose en el chiquero de lo que fue o pudo haber sido.
“La aceptación” y “el desapego” son conceptos fundamentales q se deben usar como cubiertos en nuestras vidas y tener accesos mas rapidos a la plenitud para ser más felices, o, por lo menos, menos infelices.
Mike Amigorena
Gente: Próceres de ayer a hoy
Seis actores argentinos realizaron una producción en la que se pusieron, por un ratito, en la piel de seis próceres.
Con motivo de la celebración del Bicentenario, la Revista Gente, lookeó de época a Damián De Santo, Nicolás Vázquez, Roberto Carnaghi, Martín Seefeld, Mike Amigorena y Walter Quiroz.
Manuel Belgrano, Juan Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento, José de San Martín, Mariano y Bernardino Rivadavia fueron los elegidos.
Mike en Hamlet
Fuente: lanacion.com
domingo, 23 de mayo de 2010
Nueva columna para diario Los Andes: El casado, ¿fiesta quiere?
El otro día pensaba en que si yo fuese gay haría manifestaciones para que no me dejen casar. Más allá del tema de los derechos, en el que es obvio que todos deben tener una igualdad, de lo que hablo es de los espantosos ritos que vienen con el casamiento.
La fiesta, la histeria, el salón, las listas, los invitados, el dinero gastado… todo carece absolutamente de sentido. Empecemos por un “necesidad” de los casamientos modernos: la/el “Wedding planner” (una ciruja evolucionada, si las hay. Ver columnas anteriores). La/el “Wedding Planner” es alguien a quién le pagamos por decirnos qué tenemos que hacer, cuándo y dónde, debemos hacerlo, y por sobre todo cómo, porque no vaya que nuestra decisión de dejar aflorar algún sentimiento o necesidad espontáneamente arruine lo que ella/el organizo. La/el “Wedding Plannerrr” tiene una clara desventaja con respecto al jefe: él decide todas esas cosas por nosotros, pero por lo menos nos paga por hacerlo.
Otro absurdo de los casamientos es el orden de los acontecimientos. Bandejeo, entrada de los novios, fotos por las mesas, primer plato, bals, segundo plato, baile, ingreso de los invitados “outlet” (los de después de las 12), mesa de dulces, baile más divertido (entiéndase por “baile más divertido” al “carnaval carioca” o sus equivalentes “cool”), café, últimas ronda de baile para borrachos y rezagados, comida yapa (pizzas o sándwiches para que el hidrato y la grasa ayuden a bajar un poco el nivel de alcohol).
¿Por qué no comemos tranquilos y después bailamos? Tanto baile entre comidas hace que más de un tío elucubre teorías conspirativas acerca de la cantidad de comida que hay: “Claro, nos hacen bailar para que se nos vaya el hambre y comamos menos… así ahorran”, se cuchichea en las mesas. Y a eso se suma el salón, el fotógrafo, el auto con moño… una cantidad impresionante de guita, que hace que se empiece el matrimonio con los números en rojo, o debiéndole un gran favor al padre de la novia, una forma aún peor de deuda. Pero para compensar, ¿qué se hace? Una lista con lo que los novios quieren que le regalen. Eso en el mejor de los casos, cuando no se da directamente un número de cuenta en el cual depositar plata.
A todo eso se suman otros ritos absurdos como revolear al novio por el aire (para demostrarle que ahora no es más que una basura), el lanzamiento de ramo de la novia (que ya consiguió lo que quería y tira ese ramo como un símbolo a las pobres solteras desesperadas, como quien le tira un hueso a una jauría de perros hambrientos o mas simple aun, pasarles el talismán celestino a modo de posta para que haga lo suyo en quien lo manotee), y la noche de bodas.
Es imposible que dos personas que se pasaron la noche comiendo y chupando puedan tener algún tipo de “sex-appeal” a las 7 (entre pitos y flautas) de la mañana. El máximo contacto que pueden tener los novios es algún comentario de cómo estaban vestidas las primas. O que el novio se quede, medio borracho, mirando una pared, y la chica le pregunte: “¿En qué estás pensando, mi amor?”. “Que loco, y ahora?...”, responde él, aunque en verdad esté pensando: “Uh, me eligió posta…cagué. En la próxima ficha que llene voy a poner ‘Estado Civil:'Adormecido'”.
Así como hay fumadores sociales, el casado es un casado social, sólo lo hace porque los demás lo hacen (en un 87,5% es así). Por eso les recomiendo, a gays y heterosexuales, que lo piensen dos veces antes de casarse o mandensé de cabeza a la alianza y vivan algo que debe estar bueno despues de todo.
O mejor, hagamos de cuenta que no escribí nada… Si no muchos dueños de salón de fiesta, fotógrafos, “wedding plannerrrs”, cocineros de catering, mozos y demás, se quedarían sin trabajo… Es mucha la gente que se jode, de la otra forma, sólo se joden dos. Mike Amigorena
“Cuando estoy irritable me voy a mi casa”
Por HERNAN RIZZONE
Durante varias semanas hubo que esperar para poder concretar esta entrevista. La demora valió la pena. El personaje en cuestión es Mike Amigorena, quien protagoniza la obra La Noche ante de los Bosques, en el complejo La Plaza. El actor, despojado de todo hermetismo, habló de la obra, su vida personal con Carla Peterson y sus proyectos cinematográficos, entre los cuales figuran dos films con Natalia Oreiro, en uno de los cuales hará de Cristo, ni más ni menos.
La obra es una propuesta sumamente difícil de entender para el público en general y también de llevar a cabo en el escenario. Es una especie de rompecabezas donde la gente intenta armar algunas piezas, pero otras quedan en el camino.
El intérprete empezó a beber su café y contestó: “Bueno, yo tengo completo el rompecabezas porque hace ocho meses que estoy metido en el tema, pero las primeras semanas podía estar como muchas personas a las que les puede pasar aquello que vos decís. Como mínimo tenés que ver dos veces la obra, que es un vómito del alma, así la defino. Para decodificar un texto que está escrito desde una manera tan visceral hace falta tomarse un tiempo. Aquello que le digo al espectador es que no se va a quedar liviano, es imposible no identificarse en algunas de esos pasajes que vos decís y cerrar el rompecabezas, te va a costar un poco. Tal vez, el espectador tenga que venir de nuevo para ver la propuesta. Mi personaje pasa por la soledad, la discriminación, el amor, y es un extraño en su propio lugar. No tiene lugar de pertenencia”.
Un gran momento
-¿Esta obra es el desafío máximo que te tocó hasta el momento?
-Mi carrera se compone de personajes más difíciles que los anteriores. El teatro te espera y es el único formador del actor porque te da tiempo y te prepara.
-Entre las exigencias de la puesta cantás en francés. ¿Eso requirió de una preparación especial siendo un idioma difícil pero a la vez tan profundo?
-Sí, me gusto desde un principio esa cuestión. Tengo buen oído y me ayudó bastante. La verdad no me costó tanto y es algo agradable de hacer.
-En materia de cine, sabemos que hay varios proyectos interesantes. Por ejemplo, en dos películas trabajaste con Natalia Oreiro y hasta te pusiste en el rol de Cristo...
-Sí, es cierto. Para empezar hice el film Miss Tacuarembó con Natalia Oreiro, que se estrenará en julio, donde me tocó el papel de Cristo. Es una linda comedia de Martín Sastre siendo su ópera prima. Aquí se muestra el sueño de una chica de barrio que desea concretarlo. Ella es una devota de Cristo, y le pide ganar. De pronto, se le aparece un Cristo bastante vanguardista.
-¿Qué aspectos tomaste para elaborar ese rol tan singular?
-Yo compongo a través de una imagen. He sido monaguillo, y mi familia es muy católica. Igual, estoy vinculado con la religión y tengo conciencia sobre Cristo.
-Por otro parte, también tenés otro film donde estuviste compartiendo tareas con Natalia Oreiro.
-Sí, se trata del film Mi Primera Boda, que cuenta con la dirección de Ariel Winograd, que se estrenará en setiembre. Aquí se muestra la boda de un judío con una goy (alguien que no es de la colectividad) y yo hago de judío. Es otra gran comedia.
-Durante tu adolescencia te pasó que repetiste tres veces cuarto año. ¿Qué pasaba en aquel entonces en tu vida?
-Yo sabía que la secundaria no me iba a servir y me manifestaba de determinadas maneras con conductas de preadolescente. Igual la pase muy mal.
-¿Cuáles fueron esas razones?
-Imaginate que era mirado como una persona que tenía problemas.
-¿Te cuesta adaptarte a los sistemas sociales?
-Me adecuo, pero soy una persona bastante irritable.
-¿Qué cosas te ponen mal?
-Tengo que estar todo el tiempo mediando entre un cascarrabias al que le molesta absolutamente todo, y el comprensivo y tolerante. Soy un ser bastante irritable, no sé qué me pasará cuando tenga 60 años; ese será mi aprendizaje.
-En tu vida laboral fuiste motoquero y cadete, entre otras tareas. ¿Sentís que esos trabajos te aportaron?
-Me ayudaron a conocerme y enfrentarme con mis limitaciones y capacidades. A veces, la vida no es como uno cree. Por suerte, me tocó pasar por esas experiencias.
-¿Te sentís que sos un bicho raro en el medio artístico?
-En realidad, es un problema del otro que no sabe dónde ponerme. Soy alguien muy seguro de sí mismo. Me río de mí.
-¿Cómo te adaptás a un medio tan estricto como la televisión, con sus tiempos y exigencias?
-Ahí sale el mediador que te decía antes.
-¿Extrañás la TV?
-No, en lo más mínimo. Tuve propuestas pero no quería hacer tele. Después de hacer Pells me quedé con tal plenitud que estoy muy bien.
Con Carla Peterson a full
-Con tu vida sentimental con Carla Peterson ¿Cómo estás?
-Muy bien, estoy bastante relajado y por momentos me aburre la vida.
-¿Cómo hace Carla para estar a tu lado con esa forma de ser tan especial que posées?
(Risas)-Se respetan los tiempos. Cuando estoy irritable, me voy a mi casa. Ella es muy comprensiva y hay un amor muy genuino.
-¿Te gustaría trabajar con ella?
-No hubo una propuesta justificable hasta el momento. No está en nuestros planes.
La Ambulancia no para
-Con tu grupo Ambulancia seguís sonando con todo...
-Sí. A fin de año estrenamos el segundo show. Seguimos ensayando a full.
¿Sentís que el conjunto un poco está ligado de alguna u otra forma a tu carrera actoral, y a tu popularidad? ¿Qué pensás?
-No, no tiene nada que ver. Son cosas distintas. No quita que por Los Exitosos Pells la gente se haya acercado a la banda.
-¿Qué buscas artísticamente con Ambulancia?
-Es lo que más me gusta.
¿Más que actuar te agrada?
-Sí, sí. Allí soy un artista crudo.
-¿Desde la estética aparece toda tu onda en Ambulancia?
-Sí. Ambulancia es un espacio para ser libre y volcar la experiencia musical que uno viene acumulando con el paso de los años.
-¿Cómo definís ese estilo tan ecléctico?
-No se sabe. Ese es mi timón y misterio. Yo tampoco lo sé, no deseo pecar de pedante. Todo lo que hago sucede desde un impulso por comunicar algo.
Fuente: Diario Popular
Mike Amigorena se anima a jugar
Por Emilio Marcelo Jozami - mjozami@elliberal.com.ar
L a consagrada tira televisiva Los Exitosos Pells le dio popularidad a Ricardo Luis Amigorena, Mike para todos, aunque su figura ya se destacaba, a través de pequeñas participaciones en Casado con hijos, ¿Quién es el jefe?, El Capo, Tiempo final, La Niñera, Franco Buenaventura, Los Benvenuto, Estación Landriscina y Sos mi vida.
Así como en la TV, el multifacético actor mendocino desarrolló una proficua carrera en teatro y en cine. Si bien ahora “descansa” de la exposición que le dio la pantalla chica, no lo hace en el tablado por cuanto continúa con su unipersonal La noche antes de los bosques. Y, en el séptimo arte, ha sido contratado por Disney para una misión especial.
Precisamente, el novio de la actriz Carla Peterson fue convocado por esa empresa norteamericana para ponerle la voz a Ken en la versión doblada al español del filme animado Toy Story 3, la nueva película de la factoría Disney-Pixar, que llegará a los cines de la Argentina, los de Santiago inclusive, el próximo 17 de junio.
Interpreta a Ken, personaje que tiene un romance con su eterna novia, Barbie (la colombiana Danna García, de Pasión de gavilanes). El trabajo demandó dos intensas jornadas, en las que el actor aportó todo su humor y carisma interpretativo vestido con pantalones verdes y gafas oscuras.
¿Cómo imaginaste la voz de Ken, que en la versión en inglés está a cargo de Michael Keaton?
No es que uno la imagina sino que se la encuentra a través de un coach. Por la referencia que teníamos de Michael Keaton, uno va encontrando, de acuerdo con su instrumento, la voz más apropiada. No lleva mucho trabajo. Simplemente, hay que buscar la misma intención más que el mismo timbre.
¿Qué semejanzas y diferencias hay, en cuanto a ese timbre voz, entre el Ken de Keaton y el de usted?
Cada uno le va encontrando la esencia a partir de determinadas características que tiene el personaje: que es frívolo, metrosexual, elegante y bien parecido. Entonces, la imaginación toma una postura en base a esas características. Esa postura es la que te va a dar la emisión del sonido. De ahí a que se parezca a Keaton es muy subjetivo.
¿Cómo estableces esa relación de enamorado eterno que tiene Ken con Barbie?
Como un verdadero galán, como un Romeo. Los dos se encuentran mirándose y es un flechazo instantáneo de Cupido. Por lo tanto, es como el cliché y la cursilería, si se permite, del amor; que no se guarda nada. Están hecho el uno para el otro. Es lo que se manifiesta todo el tiempo. Ken hace cualquier cosa por verla feliz a Barbie.
¿Mike Amigorena tiene el espíritu festivo y está dispuesto, como Ken con Barbie, a hacer cualquier cosa por amor?
Sí, tienen grandes coincidencias en ese sentido. En realidad, no me limito por amor. No soy de esas personas que se prive de algo por amor. Si el amor está en juego, si el amor es lo que prevalece o se palpa, adelante.
¿Qué sensaciones te embargaron cuando te convocaron, desde Disney, para ponerle la voz al Ken de Toy Story 3?
Una gran emoción y orgullo, ya que Toy Story es una película referencial de la animación computada y en 3D. No dejo de enorgullecerme poder trabajar para Disney, que es el sueño de cualquier actor. Ni bien recibí la propuesta accedí automáticamente.
Este es tu segundo trabajo en un filme animado. Antes, fuiste Fredy en la película argentina Plumíferos, aventuras voladoras. ¿Te sientes a gusto haciéndolo?
Es aún más gratificante. Si bien Fredy era un personaje entrañable, al mismo tiempo era muy escueta la participación que tenía en Plumíferos, aventuras voladoras. Con Ken me saqué el gusto. Es algo que no dejaría de hacer nunca.
¿En qué sentido te sacaste el gusto con Ken?
En el sentido de estar en la totalidad, de que tenga una trama, una psicología, una personalidad el personaje. Fredy era un mero observador de lo que se iba viendo, no aparecía tanto, no tenía tanta injerencia. En cambio, Ken tiene un desarrollo bastante importante en la película. De allí que me saqué el gusto y, a la vez, me dí cuenta de que volvería a ponerme en la piel de cualquier otro personaje diseñado por Disney.
¿Es un camino a seguir en tu carrera esto de poner voces a personajes animados?
Uno abre caminos. La verdad, es como hacer radio. A mí me encanta la radio, pero no por eso me voy a dedicar a la radio. No dejaría de ponerle voces, como no dejaría de hacer teatro y no dejaría de hacer cine. Incursionar en algo no significa que tengas que dedicarte en eso que incursiones.
Fuente: elliberal.com.ar
sábado, 15 de mayo de 2010
Quinta columna para diario Los Andes: Zanjar una disputa
sábado, 15 de mayo de 2010
Hace ya casi un mes, un grupo estuvo trabajando en la cuadra de mi casa. Cavaron una especia de zanja que cruza la calle de lado a lado a la altura de la mitad de cuadra. Y se fueron. Yo esperaba que volvieran a taparla, pero no. Ahora, los autos que por ahí transitan, deben disminuir su marcha casi a 0 en mitad de cuadra, y recién después, volver a acelerar hasta la esquina.
Esa zanja, hace que se frene el natural fluir del tránsito. No se asusten, esto no es una columna de indignación ciudadana en la que le pido al jefe de gobierno que arregle el pozo que hay en la puerta de mi casa.
Traigo a cuento la historia de los obreros, la zanja y el fluir del tránsito, porque me parece una metáfora de lo que en muchos órdenes vivimos. Mucha más bronca da cuando esto se genera por la incompetencia o la desidia de alguien (en el caso de los obreros no de ellos, sino del que los manda).
Otro ejemplo son las cajas de los supermercados (en particular las cajas rápidas, que son de lo más lentas). Uno tiene que perder horas y horas haciendo colas ¡para pagar! Mientras tanto, ve que todas las cajas entre la 20 y 34 están cerradas, y claro, en la 35 la cola es un infierno. Acá se combinan la desidia del cajero o cajera (entendible, dado que hace horas está ahí atendiendo a más cantidad de gente de la que debería), y la desidia del dueño del negocio (que por no pagar algunos sueldos más, tiene una cantidad enorme de cajas ociosas). En esos casos, no queda otra que merendar en el supermercado, ir abriendo algunos paquetes como para clamar la ansiedad. Bueno sería que las cajas de supermercado tengan una regulación similar a la de los peajes: pasado un determinado tiempo te tienen que dejar pasar sin pagar. Seguro que si eso pasara, sería mucho menos el tiempo de espera que tendríamos. Una paradoja similar se ve en los lugares en donde pagar las facturas “fácilmente”.
Hay pocas cosas más complicadas que pagar ahí. Todo el tiempo, cuando tenemos un proyecto, estamos encarando un nuevo emprendimiento, y nos lanzamos a hacer algo, nos encontramos con estas “zanjas” o estas “cajas rápidas lentas” que nos frenan. Hay que a prender a ver a estos incompetentes que nos van a hacer detener, y esquivarlos.
Y digo incompetentes porque son los más difíciles, más fácil es cruzarte con un turro que te detiene, porque al turro se le puede hacer de todo, uno puede insultarlo, sacarla, denunciarlo, hasta pegarle, pero al incompetente no, y todas formas te detiene. Por eso, antes de hacer algo hay que mirar bien, en dónde pueden estar estas zanjas que nos hagan detener, y nos consuman un doble esfuerzo.
El auto trabaja mucho más frenando a 0 y volviendo a acelerar, que marchando a una velocidad constante. Nosotros también. Ahora los dejo porque tengo que ir al pagar la luz al “Pago Veloz” de acá a la vuelta, y como todo el mundo sabe, es una tarea que lleva por lo menos un par de horas. Mike Amigorena.
Polémica por el estreno de Hamlet
Con Mike Amigorena y Esmeralda Mitre como protagonistas Darío Lopérfido quiere debutar como productor de espectáculos. Sin embargo, la problemática surgió desde el teatro San Martín en donde el ex político presentó su proyecto cuando el año ya estaba planificado. Entonces, el estreno de la obra sería un misterio, entrerate más en esta nota.
Luego de la renuncia de Kive Staiff Director General y Artístico del complejo Teatral de Buenos Aires quizás Darío Lopérfido, el ex secretario de Cultura del ex presidente Fernando De la Rúa, pensó que su proyecto teatral “Hamlet” podría estrenarse. Sin embargo desde el teatro informan que la programación del año ya estaba armada y que es imposible levantar alguna de las dos obras que se estrenaran en el segundo semestre del año ya que para ellas vendrán directores internacionales.
El proyecto que presentó Darío Lopérfido tendría como director de la obra a Juan Carlos Gené, y tanto Mike Amigorena como Esmeralda Mitre serían los protagonistas. Se supone que podría estrenarse en próximo año.
Fuente: pronto.com.ar
"La noche antes de los Bosques" de gira
Mostra Internacional
- A TEMPESTADE – Cia. do Chapitô (Portugal)
- BRAQUAGE – Cie. Bakélite (França)
- DERVISH – Ziya Azazi (Turquia)
- DICIEMBRE – Teatro en el Blanco (Chile)
- DIES IRAE; EN EL RÉQUIEM DE MOZART – Cia. Marta Carrasco (Espanha)
- DON JUAN, MEMÓRIA AMARGA DE MI – Companyia Pelmànec (Espanha)
- EL ÚLTIMO HERDERO – Cia. Teatro Viaje Inmovil (Chile)
- GATOMAQUIA – La Cuarta Colectivo Artístico (Uruguai)
- GUERRA – Cia. Pippo Delbono (Itália)
- INTÉRIEUR NUIT – Jean-Baptiste André (França)
- LA GIGANTEA – Cie. Les Trois Clés (França/Brasil/Chile/Romênia)
- LA NOCHE ANTES DE LOS BOSQUES – Mike Amigorena (Argentina)
- LIFE.stories – Marc Schnittger (Alemanha)
- MODULES – Jean-Baptiste André (França)
- NEVA – Teatro en el Blanco (Chile)
- THE CABINET – Redmoon Theater Company (EUA)
domingo, 9 de mayo de 2010
Cuarta columna para diario Los Andes: Lea aquí, columna gratis
Los eventeros, los cirujas evolucionados y las promotoras. Protagonista de un submundo que Mike retrata como ninguno.
sábado, 08 de mayo de 2010
El cirujeo es una condición intrínseca del ser humano. Llegué a esa conclusión después de observar ciertas actitudes que tenemos.
Quizás el menos ciruja es el verdadero ciruja, que cirujea por necesidad y por instinto como todos nosotros, que somos cirujas evolucionados. El ciruja evolucionado es una suerte de ave de rapiña que va sobrevolando por la vida a la espera de algo que le permita sacar un beneficio, y cuando lo ve, baja en picada para conseguirlo.
Uno de los ejemplos más claros de esto es el siguiente: uno va con su coche a algún lugar muy concurrido. Como en todo lugar concurrido, hay muchos autos y, por ende, poco lugar para estacionar. Muchas aves de rapiña con forma de auto sobrevuelan la zona, y de repente… ¡Un lugar! El ciruja se apura, acelera, estaciona de trompa, todo para que no se lo saquen.
Otra cosa que nos transforma en cirujas automáticamente es la palabra “gratis”. He visto larguísimas colas para obtener entradas para la “avant prermier” de películas que una vez en cartel tiene tan pocos espectadores que podría ser proyectada en un ascensor.
También son comunes los grandes tumultos de gente alrededor de una promotora que obsequia algún producto en el supermercado. Y cuando se acaba lo que tiene para regalar, la pobre chica tiene que soportar la decepción del ciruja, y dar explicaciones de por qué ya no tiene para regalar lo que tenía.
Pero la muestra más acabada de este tipo de cirujeo evolucionado son los “cócteles”. Señores distinguidos, con traje, no tan distinguidos, famosos, ignotos, sin traje, mujeres, hombres, todos se abalanzan por igual sobre las bandejas de bocaditos y bebidas que traen los mozos. No importa qué traiga, si es rico o feo, todos lo quieren, porque la palabra “gratis” hace que automáticamente descienda el nivel de tolerancia y exigencias. Porque la condición más importante que tiene un canapé de queso y salmón ahumado en un evento no es su sabor, la calidad de su elaboración o la frescura de sus ingredientes. La condición más importante de ese canapé es que es gratis, y si es gratis lo quiero.
Hay algunos “eventos” en donde no está claro que la comida vaya a ser gratis. Ahí es muy común que se de el siguiente diálogo: “¿Quiere tomar algo señor?”, pregunta al mozo. A lo que el eventual concurrente contesta: “No, gracias”. “Pero mire que es gratis”, retruca el camarero. Y ahí, indefectiblemente, el “eventero” contesta: “Bueno, tráigame un…”.
No importa que no tenga ganas de tomar o comer, la palabra gratis hace que se active en el cerebro una alarma que indica que no hay que perder la posibilidad de tener eso que es gratis. El ciruja evolucionado es, ante todo, un oportunista. Pide y pide todo lo que sea sin cargo. Es que lo gratis atolondra. En el improbable caso de que el “bandejeo” de un cóctel esté plagado de manjares, seguramente no se lo podrá disfrutar de la mejor manera, porque, al no haber un respeto por lo gratis, uno puede comerse un canapé de pollo al curry, seguido de un alfajor de maicena, y a continuación una porción de pizza de anchoas. La suma de esos manjares es cero.
Así que cuidado con lo gratis, que nos puede privar de un disfrute. Pero quizás el problema es que el verdadero disfrute del ciruja (que somos todos) no es comer algo rico, probar algo novedoso, ver una buena película o beber un rico champán. El verdadero disfrute está en la oportunidad. Por eso aproveche y lea mi columna, que es gratis.
lunes, 3 de mayo de 2010
Mike Amigorena puso la voz en Toy Story 3 (3D)
Tercera columna para diario Los Andes: El poder de poder
sábado, 01 de mayo de 2010
Mucho se ha hablado del poder. Se habla de los poderosos como personas ajenas al “común de la gente”, personas implacables en el uso de ese poder (ya sea para hacer el bien o para hacer el mal), personas que se regodean en ese poder y eso los hace diferentes.
Pero creo que no es así. Todos somos iguales. Todos nos regodeamos en el poder, aunque tan sólo tengamos un instante de poder. Esto se ve claramente con los colectiveros, cuando estás apurado, vas corriendo a la parada y ves que el “bondi” está detenido en el semáforo, o lo tomas ahí o tenés que esperar al próximo.
Te acercás, golpeás con las monedas el vidrio de la puerta, y ahí mágicamente se produce el instante de poder. El colectivero tiene el poder de dejarte subir o no, de él depende que llegues tarde o no, y se regodea en ese poder. No importa si finalmente te abre o no. Él se toma su tiempo para disfrutar de ese instante de poder. Te mira, mira para adelante, mira hacia el costado, pone cara de duda, te vuelve a mirar, decide sobre vos... ¡Qué placer! Después de eso puede hacerte una seña negativa con la mano, como diciendo “no puedo dejarte subir”, o apretar el botón de abrir, para que escuches ese “pssssssshhhh”, que en ese momento es “la más maravillosa música”, la música de la puerta abriéndose, o, en un sentido más amplio, la de un poder benévolo que nos deja “pertenecer”.
Muchos tienen esos instantes de poder y vaya si los disfrutan: los patovicas de los boliches que deciden si entrás o no, los mozos de Palermo que te hacen el favor de atenderte (son las verdaderas estrellas de este Hollywood vernáculo), el gasista que “se hace un hueco” para ir a verte el calefón (te hace “la gauchada”), los niños malcriados que te hacen pasar malos momentos a pura impunidad, y hasta los perros pequeños de señoras ricas que te miran con un aire de superioridad como diciéndote: “¿sabés que yo como comida más cara que la tuya?”.
En fin, todos nos regodeamos en el poder, por más que lo tengamos por muy poco tiempo. Yo mismo lo viví el otro día, cuando un policía se acercó a pedirme un autógrafo para la hija. Lo primero que hizo al acercarse fue sacarse la gorra. La gorra es el símbolo del poder del policía, y, al sacársela, me entregaba a mí el poder (era el equivalente al traspaso de la banda y el bastón presidencial). Y la verdad que fue lindo que ese mismo policía que me hubiese mirado mal hace unos años cuando salía de noche y vestido “raro” (y, por qué no, con alguna copas de más), se hubiera acercado con la gorra bien puesta y me habría dicho: “Boas noches... documentos por favor”, ahora se me acercara sin gorra, con tono humilde y me dijera: “Disculpame ¿No me firmás un autógrafo por favor?...mi hija o mujer me tiene harto con vos”
Es cierto que “los poderosos” tienen una gorra muchísimo más grande y casi nunca se la sacan (sólo ante otros que tienen gorras aún más grandes), pero todos tenemos nuestra gorra, y disfrutamos de usarla. Algunos tienen una gorrita mínima, pero se encargan de lustrarla para que se vea bien. Otros tienen una gorra más grande, pero la disimulan, lo que hace que cuando la muestren sea una sorpresa (pero que la muestran, la muestran).
En conclusión, lo que propongo es no ver al poderoso como alguien ajeno al que se puede juzgar por cómo usa su poder, creo que hay que pensar que es lo que haría uno en ese lugar.
Y a juzgar por las actitudes descriptas más arriba, y muuuchas otras no mencionadas, todos actuaríamos más o menos igual, por lo menos en la forma en que se disfruta del poder decidir sobre otros (por más que después abras o no la puerta del colectivo). Y ahora, a usar nuestras gorras pero para mediar o vernos mas elegantes. No para imponerlas. Mike Amigorena
Segunda columna para diario Los Andes: Defensa de la vagancia
sábado, 24 de abril de 2010
Sí, soy vago. No me gusta el esfuerzo. Pero quiero defender esa condición. Por ejemplo, en mi caso, el de un actor, ser vago me hace no leer los guiones; no leer los guiones me hace improvisar; la improvisación hace que muestre más rápido mis falencias y no las oculte tras un halo de solemnidad metódica; y a la vez, el mostrar rápidamente esas falencias, me hace tomar conciencia de mis herramientas, y eso me hace hacerme fuerte en lo que sé que sí tengo a favor, y hacerme fuerte en eso, hace que pueda superar más rápidamente mis falencias, que ya había mostrado, y todo eso me hace reafirmar que ser vago está bien. Sí, soy vago.
Pero el vago tiene mala prensa. Sin embargo, el vago sería incapaz, entre otras cosas, de hacer una guerra, de sostener una gran mentira, o de martirizar a alguien.
Todas esas son cosas que necesitan de demasiado esfuerzo como para ser hechas por él. Requieren un método para ser llevadas a cabo, y la vagancia es, justamente, la negación del método. Para lo único que el vago tiene un método es para el ocio, porque sin una ocupación que le de sentido, el ocio pierde su “gracia”. La vagancia es un mar que necesita de una isla de ocupaciones que justifique navegar en él.
Entonces, en las antípodas del vago no está el trabajador, si no el obsesivo del método y la novedad. Si algo que no me desespera a mi –como exponente del vago- es la noticia, la primicia (“¿Qué hace escribiendo en un diario, entonces?”, me preguntará usted. Yo me pregunto lo mismo, esperemos poder dilucidarlo con el correr de las columnas).
La necesidad que tiene este tipo de obsesivo en saber antes, enterarse de novedades que disimulen sus falencias. El obsesivo del método y la novedad lee, investiga, estudia, hurga, en cambio el vago conversa, esa es la forma en la que llega al conocimiento, por supuesto, con la ayuda de otro.
Yo, por ejemplo, no leo. Un poco porque sé que me voy a olvidar, otro poco por pereza. O por ahí no hay justificación, simplemente no lo hago. Esas cosas son las que trato de evitar, y, para evitar caer en la tentación de hacerlas, tengo siempre un pregunta a mano: ¿Para qué voy a hacer algo si voy a estar pensando cuándo lo dejo de hacer para no hacer nada?
Eso me permite ser vago sin culpas, y ese ocio me da espacio para pensar que de no ser un vago, no hubiese tenido tiempo suficiente para desperdiciar mi vida siendo actor. Como todo el mundo sabe, ser artista es una excelente herramienta para no hacer nada.
Para que nadie se escandalice, no estoy proponiendo que nadie haga nada. Sino que hagan a su manera. Y, en ese sentido, el ocio es la piedra angular del libre albedrío. Hay gente que está tan ocupada en conocer que no tiene tiempo de pensar qué es lo que realmente quiere conocer.
Por eso cuando yo no sé lo que quiero hacer, no hago nada. Es la mejor forma de averiguarlo. Aunque en la mayoría de los casos encuentro respuesta a la pregunta ¿Qué quiero hacer? Y esa respuesta es nada.
Y para terminar me gustaría hacer una reflexión clarificadora, una frase que englobe todo lo que acabo de escribir y le de un sentido único. Pero es demasiado esfuerzo… Y como ya lo sabrán, soy un vago.
Mike Amigorena, exclusivo de Estilo