domingo, 23 de mayo de 2010

Nueva columna para diario Los Andes: El casado, ¿fiesta quiere?

sábado, 22 de mayo de 2010
El otro día pensaba en que si yo fuese gay haría manifestaciones para que no me dejen casar. Más allá del tema de los derechos, en el que es obvio que todos deben tener una igualdad, de lo que hablo es de los espantosos ritos que vienen con el casamiento.

La fiesta, la histeria, el salón, las listas, los invitados, el dinero gastado… todo carece absolutamente de sentido. Empecemos por un “necesidad” de los casamientos modernos: la/el “Wedding planner” (una ciruja evolucionada, si las hay. Ver columnas anteriores). La/el “Wedding Planner” es alguien a quién le pagamos por decirnos qué tenemos que hacer, cuándo y dónde, debemos hacerlo, y por sobre todo cómo, porque no vaya que nuestra decisión de dejar aflorar algún sentimiento o necesidad espontáneamente arruine lo que ella/el organizo. La/el “Wedding Plannerrr” tiene una clara desventaja con respecto al jefe: él decide todas esas cosas por nosotros, pero por lo menos nos paga por hacerlo.

Otro absurdo de los casamientos es el orden de los acontecimientos. Bandejeo, entrada de los novios, fotos por las mesas, primer plato, bals, segundo plato, baile, ingreso de los invitados “outlet” (los de después de las 12), mesa de dulces, baile más divertido (entiéndase por “baile más divertido” al “carnaval carioca” o sus equivalentes “cool”), café, últimas ronda de baile para borrachos y rezagados, comida yapa (pizzas o sándwiches para que el hidrato y la grasa ayuden a bajar un poco el nivel de alcohol).

¿Por qué no comemos tranquilos y después bailamos? Tanto baile entre comidas hace que más de un tío elucubre teorías conspirativas acerca de la cantidad de comida que hay: “Claro, nos hacen bailar para que se nos vaya el hambre y comamos menos… así ahorran”, se cuchichea en las mesas. Y a eso se suma el salón, el fotógrafo, el auto con moño… una cantidad impresionante de guita, que hace que se empiece el matrimonio con los números en rojo, o debiéndole un gran favor al padre de la novia, una forma aún peor de deuda. Pero para compensar, ¿qué se hace? Una lista con lo que los novios quieren que le regalen. Eso en el mejor de los casos, cuando no se da directamente un número de cuenta en el cual depositar plata.

A todo eso se suman otros ritos absurdos como revolear al novio por el aire (para demostrarle que ahora no es más que una basura), el lanzamiento de ramo de la novia (que ya consiguió lo que quería y tira ese ramo como un símbolo a las pobres solteras desesperadas, como quien le tira un hueso a una jauría de perros hambrientos o mas simple aun, pasarles el talismán celestino a modo de posta para que haga lo suyo en quien lo manotee), y la noche de bodas.

Es imposible que dos personas que se pasaron la noche comiendo y chupando puedan tener algún tipo de “sex-appeal” a las 7 (entre pitos y flautas) de la mañana. El máximo contacto que pueden tener los novios es algún comentario de cómo estaban vestidas las primas. O que el novio se quede, medio borracho, mirando una pared, y la chica le pregunte: “¿En qué estás pensando, mi amor?”. “Que loco, y ahora?...”, responde él, aunque en verdad esté pensando: “Uh, me eligió posta…cagué. En la próxima ficha que llene voy a poner ‘Estado Civil:'Adormecido'”.

Así como hay fumadores sociales, el casado es un casado social, sólo lo hace porque los demás lo hacen (en un 87,5% es así). Por eso les recomiendo, a gays y heterosexuales, que lo piensen dos veces antes de casarse o mandensé de cabeza a la alianza y vivan algo que debe estar bueno despues de todo.

O mejor, hagamos de cuenta que no escribí nada… Si no muchos dueños de salón de fiesta, fotógrafos, “wedding plannerrrs”, cocineros de catering, mozos y demás, se quedarían sin trabajo… Es mucha la gente que se jode, de la otra forma, sólo se joden dos. Mike Amigorena

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