lunes, 3 de mayo de 2010

Segunda columna para diario Los Andes: Defensa de la vagancia

Una nueva entrega de la columna del actor mendocino más famoso a nivel nacional. "Ser artista es una herramienta para no hacer nada", dice

sábado, 24 de abril de 2010

Sí, soy vago. No me gusta el esfuerzo. Pero quiero defender esa condición. Por ejemplo, en mi caso, el de un actor, ser vago me hace no leer los guiones; no leer los guiones me hace improvisar; la improvisación hace que muestre más rápido mis falencias y no las oculte tras un halo de solemnidad metódica; y a la vez, el mostrar rápidamente esas falencias, me hace tomar conciencia de mis herramientas, y eso me hace hacerme fuerte en lo que sé que sí tengo a favor, y hacerme fuerte en eso, hace que pueda superar más rápidamente mis falencias, que ya había mostrado, y todo eso me hace reafirmar que ser vago está bien. Sí, soy vago.

Pero el vago tiene mala prensa. Sin embargo, el vago sería incapaz, entre otras cosas, de hacer una guerra, de sostener una gran mentira, o de martirizar a alguien.

Todas esas son cosas que necesitan de demasiado esfuerzo como para ser hechas por él. Requieren un método para ser llevadas a cabo, y la vagancia es, justamente, la negación del método. Para lo único que el vago tiene un método es para el ocio, porque sin una ocupación que le de sentido, el ocio pierde su “gracia”. La vagancia es un mar que necesita de una isla de ocupaciones que justifique navegar en él.

Entonces, en las antípodas del vago no está el trabajador, si no el obsesivo del método y la novedad. Si algo que no me desespera a mi –como exponente del vago- es la noticia, la primicia (“¿Qué hace escribiendo en un diario, entonces?”, me preguntará usted. Yo me pregunto lo mismo, esperemos poder dilucidarlo con el correr de las columnas).

La necesidad que tiene este tipo de obsesivo en saber antes, enterarse de novedades que disimulen sus falencias. El obsesivo del método y la novedad lee, investiga, estudia, hurga, en cambio el vago conversa, esa es la forma en la que llega al conocimiento, por supuesto, con la ayuda de otro.

Yo, por ejemplo, no leo. Un poco porque sé que me voy a olvidar, otro poco por pereza. O por ahí no hay justificación, simplemente no lo hago. Esas cosas son las que trato de evitar, y, para evitar caer en la tentación de hacerlas, tengo siempre un pregunta a mano: ¿Para qué voy a hacer algo si voy a estar pensando cuándo lo dejo de hacer para no hacer nada?

Eso me permite ser vago sin culpas, y ese ocio me da espacio para pensar que de no ser un vago, no hubiese tenido tiempo suficiente para desperdiciar mi vida siendo actor. Como todo el mundo sabe, ser artista es una excelente herramienta para no hacer nada.

Para que nadie se escandalice, no estoy proponiendo que nadie haga nada. Sino que hagan a su manera. Y, en ese sentido, el ocio es la piedra angular del libre albedrío. Hay gente que está tan ocupada en conocer que no tiene tiempo de pensar qué es lo que realmente quiere conocer.

Por eso cuando yo no sé lo que quiero hacer, no hago nada. Es la mejor forma de averiguarlo. Aunque en la mayoría de los casos encuentro respuesta a la pregunta ¿Qué quiero hacer? Y esa respuesta es nada.

Y para terminar me gustaría hacer una reflexión clarificadora, una frase que englobe todo lo que acabo de escribir y le de un sentido único. Pero es demasiado esfuerzo… Y como ya lo sabrán, soy un vago.
Mike Amigorena, exclusivo de Estilo



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