domingo, 9 de mayo de 2010

Cuarta columna para diario Los Andes: Lea aquí, columna gratis

Los eventeros, los cirujas evolucionados y las promotoras. Protagonista de un submundo que Mike retrata como ninguno.

sábado, 08 de mayo de 2010

El cirujeo es una condición intrínseca del ser humano. Llegué a esa conclusión después de observar ciertas actitudes que tenemos.

Quizás el menos ciruja es el verdadero ciruja, que cirujea por necesidad y por instinto como todos nosotros, que somos cirujas evolucionados. El ciruja evolucionado es una suerte de ave de rapiña que va sobrevolando por la vida a la espera de algo que le permita sacar un beneficio, y cuando lo ve, baja en picada para conseguirlo.

Uno de los ejemplos más claros de esto es el siguiente: uno va con su coche a algún lugar muy concurrido. Como en todo lugar concurrido, hay muchos autos y, por ende, poco lugar para estacionar. Muchas aves de rapiña con forma de auto sobrevuelan la zona, y de repente… ¡Un lugar! El ciruja se apura, acelera, estaciona de trompa, todo para que no se lo saquen.

Otra cosa que nos transforma en cirujas automáticamente es la palabra “gratis”. He visto larguísimas colas para obtener entradas para la “avant prermier” de películas que una vez en cartel tiene tan pocos espectadores que podría ser proyectada en un ascensor.

También son comunes los grandes tumultos de gente alrededor de una promotora que obsequia algún producto en el supermercado. Y cuando se acaba lo que tiene para regalar, la pobre chica tiene que soportar la decepción del ciruja, y dar explicaciones de por qué ya no tiene para regalar lo que tenía.

Pero la muestra más acabada de este tipo de cirujeo evolucionado son los “cócteles”. Señores distinguidos, con traje, no tan distinguidos, famosos, ignotos, sin traje, mujeres, hombres, todos se abalanzan por igual sobre las bandejas de bocaditos y bebidas que traen los mozos. No importa qué traiga, si es rico o feo, todos lo quieren, porque la palabra “gratis” hace que automáticamente descienda el nivel de tolerancia y exigencias. Porque la condición más importante que tiene un canapé de queso y salmón ahumado en un evento no es su sabor, la calidad de su elaboración o la frescura de sus ingredientes. La condición más importante de ese canapé es que es gratis, y si es gratis lo quiero.

Hay algunos “eventos” en donde no está claro que la comida vaya a ser gratis. Ahí es muy común que se de el siguiente diálogo: “¿Quiere tomar algo señor?”, pregunta al mozo. A lo que el eventual concurrente contesta: “No, gracias”. “Pero mire que es gratis”, retruca el camarero. Y ahí, indefectiblemente, el “eventero” contesta: “Bueno, tráigame un…”.

No importa que no tenga ganas de tomar o comer, la palabra gratis hace que se active en el cerebro una alarma que indica que no hay que perder la posibilidad de tener eso que es gratis. El ciruja evolucionado es, ante todo, un oportunista. Pide y pide todo lo que sea sin cargo. Es que lo gratis atolondra. En el improbable caso de que el “bandejeo” de un cóctel esté plagado de manjares, seguramente no se lo podrá disfrutar de la mejor manera, porque, al no haber un respeto por lo gratis, uno puede comerse un canapé de pollo al curry, seguido de un alfajor de maicena, y a continuación una porción de pizza de anchoas. La suma de esos manjares es cero.

Así que cuidado con lo gratis, que nos puede privar de un disfrute. Pero quizás el problema es que el verdadero disfrute del ciruja (que somos todos) no es comer algo rico, probar algo novedoso, ver una buena película o beber un rico champán. El verdadero disfrute está en la oportunidad. Por eso aproveche y lea mi columna, que es gratis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ambulancia