sábado, 19 de junio de 2010

Nueva columna para diario Los Andes: "Verano, otoño, invierno, mundial, primavera"

Nuestro columnista, cómo no, analiza el fenómeno Copa del Mundo: un mes donde reina la total impunidad.

sábado, 19 de junio de 2010
Así como el año bisiesto tiene un día más, el año del mundial tiene una estación más. Si entendemos que una estación es un período determinado de tiempo en el que se producen unas determinadas condiciones climáticas, el mundial es claramente una estación. Es que durante el mundial se vive un solo clima: el del Mundial.

El típico comentario de ascensor “Qué frío” (O “qué calor”, dependiendo la época del año en la que estemos), es reemplazado por “cómo jugó Eslovaquia ayer, eh”. Para reforzar la idea de que el mundial es una estación, vale decir que, cada una de las estaciones está signada por un estado de ánimo: verano, relajación; otoño, introspección; invierno, fortaleza; y primavera, alegría (o alergia). Bueno, el estado de ánimo que marca la época del mundial es el de la impunidad.

La impunidad que se extiende durante el mundial es algo un tanto nuevo. Es que la unanimidad de los mundiales, de un tiempo a esta parte, hace que nadie se esté fijando en nada que no tenga que ver con El Mundial. Yo recuerdo que mi mamá (a la que no le interesa el fútbol en lo más mínimo), durante el mundial ’78, me llevaba a la plaza cuando había algún partido importante ¿Para qué? Para que no moleste a los hombres, que eran los que veían el partido.

Ahora -supongo que por la mediatización que existe- es tal la exposición que tiene el mundial que nadie se quiere quedar afuera: hombre, mujeres, niños, travestis, hermafroditas, todos quieren verlo… Pertenecer. Por eso hoy no hay una madre que lleve a su hijo a la plaza, porque ella también quiere ver el mundial, y la niñera también. Por eso, el niño que no quiere ver los partidos es totalmente impune: puede hacer cualquier cosa, menos una… molestar a los que están viendo El Mundial.

En el mundial se produce una suerte de delay. Nada de lo que pasa durante el mundial, que no sea El Mundial, importa. Así como las comunicaciones con los móviles de televisión en Sudáfrica tienen un delay de unos 5 o 7 segundos, las comunicaciones entre las personas también tienen un delay, pero en este caso es de un mes. Puede que usted haga una pregunta al comienzo del mundial, y que su interlocutor le conteste después del mundial, con total naturalidad, como si no hubiese pasado tiempo entre la pregunta y la respuesta.

Pero cuidado, no sea cosa que nos volvamos pronto de Sudáfrica, porque ese cachetazo nos hace volver inmediatamente a la realidad y con más atención aún que antes. Entonces, la pobre señora que ya tenía los pasajes comprados para irse a Valparaíso con su amante justo el fin de semana que Argentina debía jugar los cuartos de final, si la selección queda afuera en los octavos, ve desbaratarse sus planes inmediatamente. Si jugaba Argentina, el marido ni siquiera notaría su ausencia (incluso la agradecería). En cambio si queda afuera, es demasiado riesgo.

Durante el mundial es fácil fiar (el almacenero lo acepta con un movimiento de cabeza mientras no despega sus ojos del televisor), nadie juzga a nadie (sería ocuparse de otra cosa, y no hay tiempo porque ya empieza Serbia-Costa de Marfil), no se mide en gastos (es común que la gente que se compra un plasma de 150 pulgadas después se quiera matar, porque tiene que ver a Zulma Lobato en ese mismo tamaño y con alta definición), en fin, se rechaza todo lo que distraiga de lo realmente importante: El Mundial.

Por eso nada de lo que diga en esta columna tiene sentido, porque nadie le va prestar atención, hasta después del mundial. Y después del mundial, tampoco tendría sentido, porque habla del mundial… Mejor no la lea.
Mike Amigorena

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