domingo, 18 de abril de 2010

“No es fácil estar conmigo, soy un tipo muy raro”

La vida después de la tele. En su unipersonal La noche antes de los bosques, la obra de teatro que protagoniza en el Paseo La Plaza, demuestra que antes que nada es un señor actor. Con las uñas pintadas y el toque personal que lo convirtió en un artista único y excéntrico, Mike Amigorena acepta jugar el juego que más conoce: provocar.

Como un caballero, me deja pasar primero por la puerta, aunque es él –y no yo– quien tiene las uñas pintadas. No lleva pollera esta vez y sin embargo no pasa desapercibido. Mostrarse único es su marca personal y en el mercado de la ficción él es un gran vendedor de ilusiones. Los brillos son parte del show de Mike Amigorena, nombre y apellido de un talentoso que sabe que lo raro, cuanto más raro es, más conquista. Como el encantador de serpientes, mira a los ojos mientras habla y se toma su tiempo para pensar las respuestas. Y como el pavo real despliega sus plumas para quien quiera admirarlo en la vida, en la pantalla o en el teatro, en donde propone una experiencia de concienzuda y justificada vanidad. Unico intérprete de la obra La noche antes de los bosques, el unipersonal oscuro y profundo que le permite lucirse en el Paseo La Plaza, este mendocino que llegó a Buenos Aires a los 19 años sin nada y saltó a la fama el año pasado de la mano de Los exitosos Pells –en donde además comenzó un público romance con la actriz Carla Peterson–, propone una historia, un juego. ¿Dale que era cierto que Mike nació con la impronta de una diva de Hollywood?

¿La decisión de hacer esta obra fue una necesidad de limpieza?
Sí, como actor lo necesitaba, independientemente de los Pells. Fue un cambio brusco nada casual: hice que se diera así. Quería lavarme y limpiar al espectador. La obra vino en el momento adecuado para salir de ese casillero.

¿Qué le pasó a la gente que te conoció en la tele y se encontró con tu personaje oscuro?
Hubo sorpresa, fue un shock para muchos… (ríe recordando algo que no revela). Muchos admiraron, eso está bueno. Otros se fueron, nomás. No exijo que mis colegas me vean, así yo después no tengo que ir a verlos. No me gusta ir al teatro ni al cine.

La obra tiene un texto difícil. ¿No te dio vértigo semejante salto?
Mirá, mientras más complicado es todo, mejor. No quiere decir que a veces no sienta temor. Pero me guío por la intuición. Al principio, ni siquiera me gustó la obra, me aburrí de sólo leer el texto. Después me identifiqué con el mensaje: estamos solos.

Actuás, cantás, te movés por el escenario. ¿Te lo propusiste como un lucimiento?
Por supuesto. Tenía ganas de mostrar que sé hacer de todo (se ríe).

¿Qué te aconsejó Carla ante este desafío?
Nada. Nunca le pregunto a nadie qué opinión tiene sobre lo que voy a hacer.

En la obra existe la referencia a los espejos, como reflejos personales y colectivos. ¿Qué tal es tu relación con ellos?
¡Me encantan! Me miro mucho al espejo, me acomodo el pelito. Me reflejo en el mío y también en el de los demás, porque la mirada ajena también habla de uno. Verme en el espejo me parece importante, aunque muchas veces no me gusta lo que veo. Pero me hago cargo de lo que soy.

¿Al terminar la función esperás saludos en el camarín?
No. Cuando termino quedo agotado y lo único que me interesa es ir a comer un asado. Soy tímido y nunca tengo ganas de sonreír cuando me siento obligado. Como los chicos: ellos no quieren saludar a nadie.

¿Y el ego?
Bueno, ¿a qué actor no le gusta que lo feliciten? Está bueno que la gente te quiera saludar y sacarse fotos. Pero no es lo que más cómodo me hace sentir. En mi caso, lo que espero es que la gente se vaya con algo. Y me interesa que se vea la puesta general, no sólo mi trabajo.

¿Qué es lo que te lleva a estar en una búsqueda que incluye personajes y estilos de vestir?
El hecho de no aburrirme. Si ya sé que las cosas me van a salir bien o que tengo que seguir haciendo algo, me agoto. No puedo hacer siempre lo mismo.

¿Eso vale también para la vida?
Absolutamente. No tengo permanencia. No es fácil estar conmigo, trato de manejarlo. Tengo que ser consciente del cansancio y el aburrimiento que me produce todo. Por como soy, tendría que estar solo. O ir variando. Pero estoy creciendo y entiendo que si estoy en pareja no puedo hacer lo que se me canta. Igual ligué varios zapatazos por la cabeza.

Ahora que andás sin pollera mi abuela diría que sentaste cabeza. ¿Es así?
Mmm… no. Suelo usar polleras todavía, y también tapados, y las uñas pintadas. ¡Me encanta producirme! Sufro el verano porque no me puedo poner todas las prendas que me gustaría usar.

Cuidado: hay muchas mujeres que dicen que no estarían con hombres que tarden más que ellas en producirse.
Pero es que yo no soy esa clase de hombre. ¡No tardo nada! Soy un tipo producido que piensa qué es lo que se va a poner mientras se está bañando. Tampoco me cuido demasiado: entreno en el gimnasio y cada tanto juego al tenis.

Te deben mirar y decir cosas por andar así por la calle. ¿Te molesta que te consideren “femenino”?
¡Para nada! Hay que tener huevos para ponerse lo que yo uso. Ahora, desde que soy conocido, a lo mejor me da un poco más de vergüenza que me miren. Pero igual hago lo que quiero; esa es mi consigna. Todo lo que bloquee mis ganas es eliminado. Quiero que me respeten porque yo soy muy respetuoso de las ganas del otro.

¿Cuál es tu finalidad?
No hacer nada. Pero vivo trabajando y cuando lo hago soy un disciplinado. Me gusta vivir bien, pero el lujo no me interesa, no despilfarro. Me gustaría dejar de trabajar a los 50 y vivir de rentas. Y si es posible irme al campo. Pero estoy más lejos de eso... ¡ni siquiera tengo casa!

¿La tele te hizo vivir demasiada locura?
Sí, fue loco trabajar once horas diarias. Pero entrás en el engranaje y no te das cuenta de lo soporífero que puede ser el éxito. ¡Trabajé toda la vida para eso! La gente te empieza a conocer, está bueno. Cuando llega, es muy placentero. El protagónico me encontró preparado, al punto que ahora, al no tenerlo, no lo extraño. No me desequilibra en lo más mínimo. Llevo recorrido un camino largo, pero fructífero y siento que me lo merezco. Por eso no hay arrebato. No es súbito, yo no “la pegué”. Hice el camino difícil.

¿Cómo va a ser tu futuro laboral?
En junio haremos una gira por el país con la obra. Y la semana que viene arranco el rodaje de Miss Tacuarembó, con Natalia Oreiro. No tengo propuestas para hacer tele. Estamos preparando la vuelta al teatro de Ambulancia. En julio voy a parar para irme de vacaciones a Las Leñas y después qué se yo… Me gustaría hacer un programa de humor, algo de mucho nivel. Sí, eso es lo que voy a hacer toda mi vida y no porque quiera, sino porque no me sale hacerlo de otro modo. Tengo un estilo, que no tengo idea cuál es.

¿Cuál creés que es el verdadero conflicto de ser famoso?
Pensar que vas a seguir siendo Elvis Presley toda la vida. Empecé a hacer televisión en el ’99 con cositas intrascendentes. Fue cuesta arriba y estuvo bueno. Quería mostrar lo que tenía para dar. En esa época fantaseaba con que consumieran mi arte, no con volverme famoso. Tener nombre y apellido; eso era fortísimo. ¡Mike Amigorena! Ahora, cuando me lo dicen por la calle, me mata.

¿La fama repentina más una relación repentina con una mujer famosa cómo fue?
Al principio bastante invasivo: iba con un trencito de fotógrafos que me seguía a todas partes. Por suerte ya pasó y no me importa nada. Es parte del combo. Ahora las cosas son como deben ser, como yo sabía que serían.

Pero imagino que debe haber significado un cambio grande en tu vida.
Si claro, fue muy curioso lo que pasó. Nunca pensé que podía suceder, no me siento dueño de esas cosas. ¿Cómo me voy a imaginar que iba a enamorarme de la protagonista? Por otro lado siempre tuve presente que “en casa de herrero…”.

¿Fue amor a primera vista?
No, fue algo más bien paulatino, se empezó a dar con el tiempo. Había química y seguramente eso se irradiaba a través de la pantalla… La noticia cayó bien. Creo que de alguna manera saben que somos buena gente.

¿Cómo marcha la vida de pareja?
Todo bien, nada nuevo (queda en silencio, transmitiendo cierta incomodidad).

¿Te dan ganas de formar una familia?
Sí, por supuesto. Pero no es mi prioridad. Falta todavía. Aunque sé que tampoco se puede planificar sobre eso. En realidad no me planifico en nada.

¿Recordás en qué momento te convertiste en un tipo excéntrico?
Soy así, desde chiquito. Mi familia siempre tuvo claro que cuando tenía ganas de hacer algo era bárbaro y cuando no, un desastre. No soy nada predecible.

Y la pregunta del millón: ¿sos o te hacés el raro?
¡Puf! Soy. Soy muuuuuy raro.

Hacia el final, Mike muestra su perfil familiero: cuenta que siempre vuelve a Mendoza de visita, a conectarse con quien es. Y dice que está contento de que su sobrino haya decidido seguir sus pasos: “Quiero evitarle lo ingrato de este medio y espero que viva los momentos sublimes por los que estoy atravesando. Ser buen actor no te garantiza nada: tenés que ser un gran estratega”, dice y se nota que sabe de qué habla. Durante la charla Mike es encantador y sencillo. Pero también puede ser irónico: “¿Qué fumás?, pregunta la productora y él responde, serio: “Habanos de chocolate”.
A la hora de las fotos, la estrella nace. Quiere elegir él mismo qué ponerse y arma las combinaciones mentalmente, cerrando los ojos. Está pendiente de cada detalle, evidentemente porque le importa –y mucho– lo que pueda verse de él. Cuando las luces se apagan, en cambio, vuelve a ser algo tímido. Antes de despedirnos, le explico que un taxista lo espera con el pecho henchido, porque sabe tendrá en sus manos el destino de Mike Amigorena, desde Palermo hasta Abasto. “Seguramente te va a preguntar todo eso que yo no me animé”, le digo y él sonríe. Sabe perfectamente a qué me refiero.







Fuente: Revista Para Ti

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